viernes, noviembre 30, 2012
Roberto Bolaño (IV) & Alf Ölson
BAR LA PAVA,
AUTOVÍA DE CASTELLDEFELS
(¡Todos han comido más de un plato o un plato que vale más de 200 pesetas, menos yo!)
Querida Lisa, hubo una vez que hablé contigo por teléfono más de una hora sin apercibirme de que habías colgado. Fue en un teléfono público de la calle Bucareli, en la esquina del Reloj Chino. Ahora estoy en un bar de la costa catalana, me duele la garganta y tengo poco dinero. La italiana dijo que regresaba a Milán a trabajar, aunque se cansara. Creo que le pediré al enermero del camping algún antibiótico. La escena se disgrega geométricamente. Aparece una playa solitaria a las 8 de la noche, el día aún anaranjado; a lo lejos caminan, en dirección contraria al que observa, un grupo de cinco personas en fila india. El viento levanta una cortina de arena y los cubre.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida, página 233.
NO HAY REGLAS
Las grandes estupideces. Muchacha desconocida retornando a la escena del camping desierto. Bar desierto, recepción desierta, parcelas desiertas. Éste es tu pueblo fantasma del oeste. Dijo: finalmente nos destrozarán a todos. (¿Hasta a las muchachas bonitas?) Me reí de su desamparo. El doble lleno de aprensión hacia sí mismo porque no podía evitar enamorarse una vez al año por lo menos. Después una sucesión de baños, reediciones, muchachos vomitando mientras en la terraza silenciosa baila una muchacha subnormal. Toda escritura en el límite de la tensión esconde una máscara blanca. Eso es todo. El resto: pobre pequeño Roberto escribiendo en un alto del camino. «Coches policiales con las radios encendidas: les llueve información de todos los barrios por donde pasan.» «Cartas anónimas, amenazas sutiles, la verdadera espera.» «Querida, ahora vivo en una zona turística, la gente es morena, hace sol todos los días, etc.» No hay reglas. («Díganle al estúpido de Arnold Bennet que todas las reglas de construcción siguen siendo válidas sólo para las novelas que son copias de otras.») Y así, y así. Yo también huyo de Colan Yar. He trabajado con subnormales, en un camping, recogiendo piñas, vendimiando, estibando barcos. Todo me empujó hasta este lugar, el descampado donde ya no queda nada que decir... «Estás con muchachas hermosas, sin embargo»...«Creo», dijo, «que lo único hermoso aquí es la lengua». «Me refiero a su sentido más estricto.» (Aplausos.)
Roberto Bolaño, p.232
(...) La noche se había echado ya, y hacía tiempo que me dejé de interesar por el general Cummings o de que Red, el intelectual del pelotón, narrara cómo se había desarrollado su vida hasta aquel momento. En la portada del libro aparecía un soldado norteamericano muerto y semienterrado en la arena de la playa. Mientras leía me encontraba en el umbral de la tienda, aislándome de los demás pero no completamente. Necesitaba de la luz. Ese era el motivo.
Más tarde me fui a la cafetería del camping y pedí cerveza. Me senté en una de las mesas y allí escribí algunas notas. Nada de recuerdos. Todo eran reflexiones de aquel momento. Me sentía muy a gusto. De hecho me importaba una mierda el que la gente pudiera verme haciendo eso. Un tipo solitario, leyendo. Qué bobada, pero lo pensé. Y fue cuando recordé a Bolaño. Y fue cuando pensé en la libertad que tenía al ser allí un completo desconocido. Entraron unos españoles y creo que uno de ellos era de Lavapiés. Yo no deseaba ningún contacto.
Días atrás mi cuerpo parecía haberse encogido en el camping de Sagres. Para llegar a cualquier parte tenía que atravesar un enorme campo, con su camino y una finca que dejaba a mi derecha a mitad del recorrido. La valla de esta finca, de piedra, tenía en la entrada un esqueleto de cabeza de vaca, una advertencia de cuidado con los perros y unas extrañas e inquietantes esculturas. Al volver al camping utilicé de linterna el móvil y pasé delante de aquella casa. Imaginé que nunca más volvería al camping y mucho menos saldría con vida de aquel camino. El tipo de la casa me esperaba en la puerta. Era enorme. Me dio las buenas noches y yo le contesté también con una sonrisa. Me advirtió que tuviera cuidado con las raíces del camino y yo se lo agradecí. Al llegar al camping fui directamente al bar y pedí un par de tercios, aunque lo que necesitaba en ese momento era un buen whisky. Me los bebí escuchando conversaciones anodinas de gentes cubiertas por un matiz anaranjado y terroso. Un padre inglés, con toda la pinta de haber salido de una película de Ken Loach donde interpretara el papel aquel del buen compañero de Riff-Raff, hablaba con su hijo. Vi al chiquillo ausente, como si echara de menos algo muy importante. Se lo noté en la mirada, en cómo cruzaba los brazos con cierta desesperanza. Me transmitió soledad y separación, como si no quisiera estar allí, pero no por su padre, sino por el aislamiento, la diferencia con su mundo habitual, aunque no fuera ni con mucho el mejor de los mundos. Sentí entonces una vasta tristeza, una tristeza honda por aquel chiquillo, por aquel padre que intentaba animarle, por mí mismo, ya que no conseguía olvidar a quien amaba. Me sentí tan lejos de todo a pesar de estar tan cerca. Pero, ¿tan cerca de qué? (...)
Alfonso López, entrada en el blog del 16 de septiembre de 2008
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jueves, noviembre 29, 2012
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida (III)
LA PISTOLA EN LA BOCA
Biombo de pelo rubio, detrás el jorobadito dibuja
piscinas, ciudades dormitorio, alamedas vacías. La delicadeza estriba en los
ademanes adecuados para cada situación. El jorobadito dibuja una persona
gentil. «Me quedé bocarriba en la cama, chirriar de grillos y alguien que
recitaba a Manrique.» Árboles secos de agosto, escribo para ver qué pasa con la
inmovilidad y no para gustar. ¡Una persona gentil! Sea el arte o la aventura de
cinco minutos de un muchacho corriendo escaleras arriba. «Escapó al ojo del
autor mi despedida.» Un ah y un ay y postales de pueblos blancos. El jorobadito se pasea por la piscina vacía, se sienta
en la parte más honda y saca un cigarrillo. Pasa la sombra de una nube, una
araña se detiene junto a su uña, expele el humo. «La realidad apesta.» Supongo
que todas las películas que he visto de nada me servirán cuando me muera.
Escena de ciudades dormitorio vacías, el viento levanta periódicos viejos, costras de polvo en bancos y restaurantes. La
guerra la he tenido en mí
mismo desde hace tiempo, de ahí que no me
afecte interiormente, escribió Klee. ¿Vi por primera vez al
jorobadito en México DF? ¿Era Gaspar el que contaba historias de policías y
ladrones? Le pusieron la pistola en la boca y con dos dedos le taparon la
nariz... Tuvo que abrir la boca para respirar y entonces empujaron el cañón
hacia dentro... En el centro del telón negro hay un círculo rojo... Creo que
el tipo dijo mamá o mierda, no
sé...
miércoles, noviembre 28, 2012
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida (II)
OJOS
Nunca te enamores de una
jodida drogadicta:
Las primeras luces del día
te sorprenderán
Con sangre en los nudillos y
empapado de orines.
Ese
meado cada vez más oscuro, cada vez
Más preocupante. Como cuando
en una isla griega
Ella se escondía entre las
rocas o en un cuarto
De pensión en Barcelona,
recitando a Ferrater
En catalán y de memoria
mientras calentaba
La heroína en una cuchara
que se doblaba
Como si el cabrón de Uri
Geller estuviera
En la habitación vecina.
Nunca, nunca te encoñes
De una jodida puta suicida:
al alba tu rostro
Se
dividirá en figuras geométricas semejantes
A la muerte. Inútil y con
los bolsillos vacíos
Vagarás entre la luz
cenicienta de la mañana
Y entonces el
deseo, extinguido, te parecerá
Una broma que
nadie se tomó la molestia
De explicarte, una frase vacía, una clave
Grabada en el
aire. Y luego el azur. El jodido
Azur. Y el
recuerdo de sus piernas sobre tus
Hombros. Su
olor penetrante y extraño. Su mano
Extendida esperando el dinero. Ajena a las confesiones
Y a los gestos establecidos del amor. Ajena al dictado
De la tribu. Un
brazo y unos pies pinchados
Una y
otra vez: espejeantes en la raya que separaba
O que unía lo esperado de lo
inesperado, el sueño
Y la pesadilla que se deslizaba por las baldosas
Como la orina cada vez más negra: whisky, coca-cola
Y finalmente un
grito de miedo o de sorpresa, pero no
Una llamada de
auxilio, no un gesto de amor,
Un jodido gesto de amor a la
manera de Hollywood
O del
Vaticano. ¿Y sus ojos, recuerdas sus ojos detrás
De
aquella cabellera rubia?
¿Recuerdas
sus dedos sucios
restregando
Esos
ojos limpios, esos ojos que parecían mirarte desde otro
Tiempo? ¿Recuerdas esos ojos
que te hacían llorar
De amor, retorcerte de amor
en la cama sin hacer
O en el suelo, como si el
mono lo tuvieras tú y no ella?
Ni siquiera deberías
recordar esos ojos. Ni un segundo.
Esos ojos como borrados que
parecían seguir con interés
Los movimientos de una
pasión que no era de este jodido
planeta:
La
verdadera belleza de los fuertes brillaba allí,
En sus pupilas dilatadas, en
las palpitaciones de su
Corazón mientras la tarde se
retiraba como en cámara rápida,
Y en nuestra pensión de
mierda se oían de nuevo los ruidos,
Los
vagidos de la noche, y sus ojos se cerraban.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida. Ed. Anangrama (páginas 356 y 357).
martes, noviembre 27, 2012
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida (I)
Es de noche y estoy en la zona alta
de Barcelona y ya he bebido
más de tres cafés con leche
en compañía de gente que no
conozco y bajo una luna que a veces
me parece tan miserable y otras
tan sola y tal vez no sea
ni una cosa ni la otra y yo
no haya bebido café sino coñac y coñac
y coñac en un restaurante de vidrio
en la zona alta y la gente que
creí acompañar en realidad
no existe o son rostros entrevistos
en la mesa vecina a la mía
en donde estoy solo y borracho
gastando mi dinero en uno de los límites
de la universidad desconocida.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida, pág.142.
Buenas noches córnea buenas noches
uñas negras buenas noches muñecas
buenas noches cuello mordido buenas
noches ano buenas noches nariz roja
de frío buenas noches estómago peludo
buenas noches líneas de la mano
buenas noches rodillas buenas noches
mandalas ocultos buenas noches verga
buenas noches hombros huesudos buenas
noches ombligo perfecto buenas noches
dientes buenas noches lóbulos
buenas noches fuego oblicuo de la
cintura buenas noches nu(n)ca.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida, pág. 143.
de Barcelona y ya he bebido
más de tres cafés con leche
en compañía de gente que no
conozco y bajo una luna que a veces
me parece tan miserable y otras
tan sola y tal vez no sea
ni una cosa ni la otra y yo
no haya bebido café sino coñac y coñac
y coñac en un restaurante de vidrio
en la zona alta y la gente que
creí acompañar en realidad
no existe o son rostros entrevistos
en la mesa vecina a la mía
en donde estoy solo y borracho
gastando mi dinero en uno de los límites
de la universidad desconocida.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida, pág.142.
Buenas noches córnea buenas noches
uñas negras buenas noches muñecas
buenas noches cuello mordido buenas
noches ano buenas noches nariz roja
de frío buenas noches estómago peludo
buenas noches líneas de la mano
buenas noches rodillas buenas noches
mandalas ocultos buenas noches verga
buenas noches hombros huesudos buenas
noches ombligo perfecto buenas noches
dientes buenas noches lóbulos
buenas noches fuego oblicuo de la
cintura buenas noches nu(n)ca.
Roberto Bolaño, La Universidad desconocida, pág. 143.
domingo, noviembre 25, 2012
Antonio Díez, ataque psíquico al Papa
Como fue muy entretenido, enloquecido en ocasiones y chispeante (un beatnik habría estado encantado) el recital de Antonio Díez y como antes de salir hacia el Malatesta estuve fisgando en los vídeos donde se recoge en dos partes tal evento "¿anticlerical?", pues PINCHA AQUÍ para ver la página en el blog de Antonio y para leer también la crónica de Ataque psíquico masivo al Papa, así como los vídeos (primera parte y segunda parte) y el despliegue policial y a causa de la preocupación de las autoridades para que no le pasara nada al mayor representante que se encontraba de viaje en la Reserva Católica de Occidente, es decir, Cortijo-Expaña.
He entresacado un breve texto de la entrada:
"(...) Cuento estos hechos adyacentes también porque no me entra en la cabeza -ni me sigue entrando- que en pleno siglo veintiuno hasta doce policías en la plaza, tres en la estación de Fuenlabrada central y otros varios en calles aledañas y de paisano vigilaran un “ataque psíquico” y se preocuparan tanto por identificarnos y observar qué hacíamos en cada momento. No me entendáis mal: no me molesta, me sorprende. En realidad para mí (y lo digo totalmente en serio) fue un placer y un honor tener a tantos policías de público en una de mis actuaciones. Incluso espero que no sea la última vez. Lo que me deja alucinado es que tal vez, ahora, en una ficha policial de la comisaría, apareceré descrito como “atacante psíquico anticlerical” o algo similar, no sé cuál será el término que reservan a los de mi calaña, aunque me encantaría saberlo, la verdad…"
He entresacado un breve texto de la entrada:
"(...) Cuento estos hechos adyacentes también porque no me entra en la cabeza -ni me sigue entrando- que en pleno siglo veintiuno hasta doce policías en la plaza, tres en la estación de Fuenlabrada central y otros varios en calles aledañas y de paisano vigilaran un “ataque psíquico” y se preocuparan tanto por identificarnos y observar qué hacíamos en cada momento. No me entendáis mal: no me molesta, me sorprende. En realidad para mí (y lo digo totalmente en serio) fue un placer y un honor tener a tantos policías de público en una de mis actuaciones. Incluso espero que no sea la última vez. Lo que me deja alucinado es que tal vez, ahora, en una ficha policial de la comisaría, apareceré descrito como “atacante psíquico anticlerical” o algo similar, no sé cuál será el término que reservan a los de mi calaña, aunque me encantaría saberlo, la verdad…"
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sábado, noviembre 24, 2012
Jazz
¿Hay jazz?
Si hay jazz, me quedo un rato.
Ya sabes que me gusta, me gusta abstraerme, quedarme conmigo, escuchar.
Un río y otro río, tú ya me entiendes.
Sencillo, sí, así. Un río y otro río.
Sencillo, podría quedarme a escuchar como si me estuviera mirando los zapatos
o aquella falla en la pared durante horas.
He aprendido eso. Sólo eso.
Uno y después otro, para qué, y olvidar.
Llevo intoxicándome mucho tiempo pero cuando te escucho respirar...
Ya sabes lo que me conmueve y con qué me quedo de lo tuyo.
Es muy sencillo. Seguirte muy de cerca para perderte
sin que tú te molestes.
Y así un paso, y otro paso, y otro paso.
Como si paseara en mitad del otoño.
Espero que lo comprendas.
Dejarte, olvidar y seguir y recordarte.
No creo que sea tan difícil.
Una vez más, y otra más.
Ya sabes que no guardo nada en los bolsillos.
Un papel de fumar, algunos hilos de colores que te gustan tanto.
Es sencillo.
Respira.
Vuelve a respirar.
Si hay jazz, me quedo un rato.
Ya sabes que me gusta, me gusta abstraerme, quedarme conmigo, escuchar.
Un río y otro río, tú ya me entiendes.
Sencillo, sí, así. Un río y otro río.
Sencillo, podría quedarme a escuchar como si me estuviera mirando los zapatos
o aquella falla en la pared durante horas.
He aprendido eso. Sólo eso.
Uno y después otro, para qué, y olvidar.
Llevo intoxicándome mucho tiempo pero cuando te escucho respirar...
Ya sabes lo que me conmueve y con qué me quedo de lo tuyo.
Es muy sencillo. Seguirte muy de cerca para perderte
sin que tú te molestes.
Y así un paso, y otro paso, y otro paso.
Como si paseara en mitad del otoño.
Espero que lo comprendas.
Dejarte, olvidar y seguir y recordarte.
No creo que sea tan difícil.
Una vez más, y otra más.
Ya sabes que no guardo nada en los bolsillos.
Un papel de fumar, algunos hilos de colores que te gustan tanto.
Es sencillo.
Respira.
Vuelve a respirar.
jueves, noviembre 22, 2012
Antonio Díez, en El Tren Vertical
El próximo sábado, a partir de las 20:30 h y en riguroso directo, tendremos la presencia de un gran poeta conspirador y fuenlabreño, y como dice en su propio Blog, "profesor, traductor, escritor, personaje real y de ficción Antonio Díez".
Antonio
Díez escribe un brillante y descacharrante blog donde lo mismo te
escribe un poema de su puño de una serie sobre los Recortes como
ficciona a partir de su foto con Gene Simmons de los Kiss o te traduce a
unos poetas revolucionarios y palpitantes de finales del siglo XIX y
principios del XX (y esto sólo son las últimas
entradas publicadas).
Ya lo sé. Es todo un lujo.
Sin duda te invito a disfrutar de su naturalidad y su gran hacer.
martes, noviembre 20, 2012
INSOMNIO o el nuevo Pigmalión
Desde hace un par de meses la casa que está frente a mi
ventana se encuentra en venta, o en alquiler, lo cierto es que hay un cartel
que el aire ha colocado boca abajo con un número de teléfono y con el nombre de
la inmobiliaria impreso en grandes letras rojas.
Hace un par de semanas la luz de la habitación desde donde
se muestra el cartel se encuentra encendida. Día y noche. Alumbrando el
silencio y el vacío. Por el día no se aprecia porque el sol es su único
habitante, se estampa en la fachada y penetra y hace retroceder a la luz
artificial hasta que la arrincona en una esquina que no alcanzo a ver desde
aquí. Durante la noche, en cambio, la luz natural se marcha a trabajar a otros
lugares, creo que muy lejos de aquí. Es entonces cuando la artificial vuelve a
su lugar, a aquel recorte luminoso que es la ventana. Sí, se aprecia
perfectamente, se transforma en un faro inmóvil, en una linterna fija a una de
las paredes.
Seguramente, hace unos días, algún comercial llegó con alguna
persona, con algún cliente que quisiera alquilar o comprar el piso y se
olvidaron al salir de apagar la luz de
aquella habitación. Ahí sigue, entonces, encendida, bien dispuesta por la
noche, mostrando lo que parece un armario con unas telas amontonadas que forman
en su perfil dos brazos echados sobre la madera en una de sus repisas. Dos
brazos exhaustos, muy cansados, que no pueden apagar la dichosa luz, que no
pueden alzarse hasta el interruptor y hacerse desaparecer hasta que vuelva de
viaje el verdadero amante.
Durante la madrugada me asomo y me quedo quieto
observándola, acompaño su vacío y su silencio como si mi mirada supusiera una
resta, con el fin, eso creo, de que sea menos solitaria, no sé si la luz o la
habitación o yo, mientras fumo insomne un cigarro tras otro esperando nada.
¿Pero cómo puede llegar a ser solitaria una luz, cómo lo puede ser una
habitación?
Lo mismo ocurre con las miles, millones de ventanas desperdigadas
a lo largo y ancho de esta ciudad en las que se podría decir que hay una
persona trabajando, viendo la televisión, leyendo cualquier cosa o simplemente insomne.
Mi interés por esto debe ser producto de una enfermiza melancolía o del manto
pesado de la noche o del propio silencio que me parece inabordable o
incomprensible como el de la muerte, supongo.
Pero la historia de esta luz que aparece y desaparece no es
únicamente el que esté encendida durante todos estos días: la luz ha desplazado
su alrededor, es decir, los objetos han sido desplazados por ella a un segundo
plano y no porque los ilumine sino porque está, existe, se da… me ha desplazado
incluso a mí, pues construyo todo esto después de su aparición y a pesar de sus
habitantes anteriores, como aquella mujer que ocupaba aparentemente solo una de
las habitaciones hace ya unos años.
Recuerdo que era una mujer mayor, una vieja con el pelo
ensortijado, blanco y abundante, de complexión muy delgada. Noche tras noche la
vi exactamente en la misma posición: sentada en un largo sillón, erguida, con
sus grandes ojos oscuros fijos en la otra parte de la habitación. Se pasaba horas
y horas en la misma postura, lo que creaba un curioso efecto estroboscópico con
pequeños destellos de colores que jugueteaban con su rostro. Aquella mujer parecía
no perder detalle de lo que sucedía en la pantalla; sí, el televisor se
reflejaba en su rostro noche tras noche hasta que su cara acabó formando parte
del conjunto de destellos del propio televisor, sin duda se transformó en una
parte más del decorado de aquella habitación, en un ser inerte, en un objeto,
en una escultura, gracias al vaivén diminuto de miles de destellos que se
reflejaban en su cara. Pigmalión había conseguido de nuevo su deseo e ignoro a través
de qué dios o qué dioses un Pigmalión de la era tecnológica y posindustrial, y
por el modo tan absorto en el que miraba la pantalla aquella, su creación,
había desistido de seguir viviendo para el resto del mundo y solo lo hacía para
su creador. Su creador que la acogió en su seno y le mostró de nuevo el camino
de la vida, en cientos de películas enlazadas por fechas que solo a ella le podían
proporcionar un significado irrenunciable, miles de días grabados como el más cautivador
mapa de la memoria para llevar a cabo uno de los sentidos más perversos de la
tecnología. Noche tras noche y año tras año se revivía a sí misma en un
ejercicio de retorno continuo con el que se proporcionaba un sentido completo y
total. Ese era el único motivo de sus horas, de su quietud y de su enfermiza
atención durante aquellas noches en las que me despertaba agitado por un mal
sueño o por el insomnio y me asomaba curioso para comprobar cómo seguía ahí, en
la misma posición, con la mirada fija en aquellos días que solo parecían revivirse
a través de una pantalla de televisión.
No recuerdo cuándo ocurrió, tal vez fue una tarde cualquiera
a la vuelta del trabajo o un fin de semana por la mañana al limpiar mi casa o
airear la habitación y subir el estor, pero me encontré con la casa
completamente vacía. Solo quedaba el enorme sillón del salón que se adivinaba
cuando aún la luz no pegaba con fuerza a media mañana. Volví a comprobar el
vacío por la noche y así fue. Poco tiempo después la casa fue ocupada por un
matrimonio que utilizó la terraza para colgar la colada y acumular los objetos
de limpieza y alguna que otra pequeña máquina o los juguetes del niño que
tuvieron al cabo de unos meses. La vida normal volvió lentamente a aquella casa
durante unos años y el recuerdo de aquella mujer se convirtió en humo.
Dos o tres años después, la casa se volvió a vaciar y apareció
aquel cartel boca abajo con grandes letras rojas que indicaban su venta por una
inmobiliaria y la luz encendida por la noche iluminando el vacío y deshaciendo
las sombras. Y así, hasta ahora.
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domingo, noviembre 18, 2012
No es un espejismo, es la realidad
Manifestación por una sanidad pública, a las 14h.
No al negocio de unos pocos para la miseria de unos muchos. ¿Por qué se privatiza lo que se ha ido construyendo con el esfuerzo de toda una sociedad?
Lo público no se privatiza porque es el bien común de una sociedad construida con mucho sacrificio de un pueblo durante muchos años.
Que no disfracen de crisis lo que es una estafa.
No al negocio de unos pocos para la miseria de unos muchos. ¿Por qué se privatiza lo que se ha ido construyendo con el esfuerzo de toda una sociedad?
Lo público no se privatiza porque es el bien común de una sociedad construida con mucho sacrificio de un pueblo durante muchos años.
Que no disfracen de crisis lo que es una estafa.
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jueves, noviembre 15, 2012
Por la Sanidad Pública, 18 de noviembre, Neptuno-Sol
Un buen amigo médico al que suelo consultar mis achaques de segunda juventud y otras hipocondrías me envía el cartel para que difunda. Pues eso, difundid vosotros si tenéis a bien y por una sanidad pública que se defiende pero no se vende, que es de todos y para todos.
La Marcha discurrirá desde los centros sanitarios a Neptuno y luego a Sol, que no quede planeta alguno que recorrer.
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martes, noviembre 13, 2012
sábado, noviembre 10, 2012
Follémonos al Estado
"El placer no es una industria. Tu cuerpo no
es un objeto. La identidad sexual no se elige. La felicidad no es ningun
espacio publicitario. La humanidad no es ninguna muñeca hinchable. La
revolución nace en ti mismo y en ti misma, en vuestro cuerpo, en vuestra
imaginación y en vuestro simbolismo.
¡Amigos y amigas follémonos al Estado!". (Pincha aquí para ver el video)
¡Amigos y amigas follémonos al Estado!". (Pincha aquí para ver el video)
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performances y otras jaurías
lunes, noviembre 05, 2012
M(H)ITOS & REALIDAD(IDEAL)ES - Huellas de Acciones 2011/2012
del 8 de noviembre al 10 de diciembre de 2012 - Inauguración jueves 8 noviembre - 20.30 horas
CAM - Centro de Arte Moderno - Calle Galileo, 52
Pero
tú, exactamente, ¿a qué te dedicas?... Son muchas las veces en que los
artistas de acción nos encontramos con esta ¿duda? Decir
Arte
de Acción es como no decir nada: la inmensa mayoría de las personas no
tienen referencias que les orienten; decir performance lleva
a la confusión: por su significante heterogéneo y su uso lego.
¿A
qué me dedico? A prestar atención, descontextualizar, repensar,
transbordar, elegir…a ejercer mi libre albedrío de decidir hacer
acciones
con
todo ello, ¿a pesar de todo ello? En privado o en público porque la
vida es intrínseca al Arte de Acción, y la experiencia personal,
proyectada
con la voluntad de interaccionar - ¿manifiestamente, sutilmente,
inintencionadamente? -, nutre a los otros que llegan con su
propia mundología, a la vez que contribuye a la evolución del propio performer.
(Enviado por Yolanda Pérez Herreras)
(Enviado por Yolanda Pérez Herreras)
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performances y otras jaurías
viernes, noviembre 02, 2012
Agustín García Calvo
No recuerdo la primera vez que lo vi pero la impresión fue de sorpresa, una grata sorpresa, sin duda, porque encontrarte con un profesor que lleva tres camisas abiertas encima, tres o cuatro fulares de colores alrededor del cuello y siempre con una mata de pelo en la cabeza bien despeinada era un alivio en aquellos pasillos grises de la facultad. ¿Excéntrico?, ¿altivo?, por supuesto, ya su facha (como dice mi madre) era alegremente rara. Sin duda, un tipo singular, un hippie, aparentemente a su bola y, según se decía uno de los mejores catedráticos de la universidad, que, además, se permitía evaluar sin hacer exámenes escritos, por ejemplo.
Recuerdo una mañana en la que me metí, por pura curiosidad, en una de sus charlas en el Paraninfo del Edificio A (a los de filología nos habían dividido "estratégicamente" en tres edificios). Agustín García Calvo estaba traduciendo por aquel entonces, sirviéndose de las fuentes más fidedignas, uno de los grandes libros inmortales: La Ilíada. El Paraninfo estaba a reventar pero reinaba un absoluto silencio mientras explicaba el porqué de su traducción. Mi interés creció cuando nos aseguró que iba a recitar lo ya traducido por él tal y como se hacía y se oía el poema hace más de 2.500 años, al haber rescatado el metro y el ritmo del griego antiguo. De pronto surgió una voz melodiosa, dulce y atronadora, limpia, cantarina, que marcaba con el deseo de la mayor precisión la sonoridad de la lengua de la civilización occidental más antigua. Era un espectáculo, sin duda, un regalo a mis oídos, e imagino, un regalo para los oídos de los allí presentes. Al terminar, los profesores y colegas de Agustín le hicieron preguntas mientras yo seguía encantado por el eco de su voz. Ahí descubrí lo que era realmente la filología, bueno, una de las ideas principales de lo que es la filología, tampoco nos pongamos estupendos.
Seguí acudiendo, muy de vez en cuando, a sus multitudinarias charlas. En una de ellas nos habló de lo que realmente significan los clásicos. Imagináos que las grandes obras de la humanidad pudieran despojarse por completo de su autoría, de su procedencia, de su tiempo incluso y de cualquier otra identificación que no fuera la propia obra, la propia obra en sí y nada más. Los clásicos serían aquellas obras que con solo su lenguaje serían capaces de cautivar a un lector independientemente del lugar y el tiempo en el que se encontrara y, una de las obras que perviviría, puso por ejemplo, sería el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
Pero una de las charlas más curiosas a las que asistí de AGC fue durante las jornadas organizadas por el Grupo Cero en la junta municipal de Moncloa (creo que era el año 1990) . Acudí dos o tres días pero, por más que quise, no llegaba a enterarme de casi nada, seguramente fruto de mi ignorancia total sobre lo que era el psicoanálisis. ¿Sería eso? No lo sé, yo era joven, inexperto y seguramente virgen. Uno de los grandes invitados del último día, y como colofón, fue Agustín García Calvo quien dio una charla sobre la existencia o no del subconsciente y por supuesto que creó polémica. Había un tipo detrás de nosotros que no paraba de ir a un lado y a otro del fondo de la sala, llevándose las manos a la cabeza y refunfuñando por lo bajinis, sin poder creer lo que decía Agustín, absolutamente contrariado. La casualidad hizo que allí mismo me encontrase y disfrutase de la charla de Agustín con dos colegas y amigos de la facultad y taller literario, Alejandro y Antonio (léase el cuarto y quinto párrafo de la entrada de 1 de noviembre de Campos de fresa), quienes habían quedado, después del evento, con uno de los profesores de dicho grupo en una cercana cafetería para entrevistarle, pues llevaban un fantástico programa llamado El Otoño en Pekín donde se estilaba jazz y literatura de la buena. El profesor en cuestión no era otro que el que se quejaba continuamente durante la charla de Agustín. Pues bien, me quedé atónito nada más empezar nuestro encuentro con aquel hombre cuando nos dijo que a partir de ese momento renegaría de su maestro, es decir, de García Calvo, jurándonos que se desprendería de todos sus libros y le olvidaría por tamaña traición. En fin, que Agustín era así y no podía ser de otra manera, lejos de casarse con nadie siempre levantaba grandes y curiosas polémicas.
Por último, fue muy entusiasmante verle participando megáfono en mano durante el 15M, donde volvió a mostrar el valor de las palabras como "futuro" (donde hay futuro hay aburrimiento), que se han llenado de falsos significados o perdido su verdadero, esencial valor, y contra el régimen del dinero. La intención era hablar y reflexionar, de la asamblea como paso de personas y mensajes expresados horizontal y libremente, sin prisas, ni en busca de lo inmediato, más, a mi entender, para crear una discusión y concienciación, más para sacar a flote una rabia pero también la capacidad para organizarse y exponer los verdaderos problemas y situaciones del día a día y de cada uno de nosotros.
Recuerdo una mañana en la que me metí, por pura curiosidad, en una de sus charlas en el Paraninfo del Edificio A (a los de filología nos habían dividido "estratégicamente" en tres edificios). Agustín García Calvo estaba traduciendo por aquel entonces, sirviéndose de las fuentes más fidedignas, uno de los grandes libros inmortales: La Ilíada. El Paraninfo estaba a reventar pero reinaba un absoluto silencio mientras explicaba el porqué de su traducción. Mi interés creció cuando nos aseguró que iba a recitar lo ya traducido por él tal y como se hacía y se oía el poema hace más de 2.500 años, al haber rescatado el metro y el ritmo del griego antiguo. De pronto surgió una voz melodiosa, dulce y atronadora, limpia, cantarina, que marcaba con el deseo de la mayor precisión la sonoridad de la lengua de la civilización occidental más antigua. Era un espectáculo, sin duda, un regalo a mis oídos, e imagino, un regalo para los oídos de los allí presentes. Al terminar, los profesores y colegas de Agustín le hicieron preguntas mientras yo seguía encantado por el eco de su voz. Ahí descubrí lo que era realmente la filología, bueno, una de las ideas principales de lo que es la filología, tampoco nos pongamos estupendos.
Seguí acudiendo, muy de vez en cuando, a sus multitudinarias charlas. En una de ellas nos habló de lo que realmente significan los clásicos. Imagináos que las grandes obras de la humanidad pudieran despojarse por completo de su autoría, de su procedencia, de su tiempo incluso y de cualquier otra identificación que no fuera la propia obra, la propia obra en sí y nada más. Los clásicos serían aquellas obras que con solo su lenguaje serían capaces de cautivar a un lector independientemente del lugar y el tiempo en el que se encontrara y, una de las obras que perviviría, puso por ejemplo, sería el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
Pero una de las charlas más curiosas a las que asistí de AGC fue durante las jornadas organizadas por el Grupo Cero en la junta municipal de Moncloa (creo que era el año 1990) . Acudí dos o tres días pero, por más que quise, no llegaba a enterarme de casi nada, seguramente fruto de mi ignorancia total sobre lo que era el psicoanálisis. ¿Sería eso? No lo sé, yo era joven, inexperto y seguramente virgen. Uno de los grandes invitados del último día, y como colofón, fue Agustín García Calvo quien dio una charla sobre la existencia o no del subconsciente y por supuesto que creó polémica. Había un tipo detrás de nosotros que no paraba de ir a un lado y a otro del fondo de la sala, llevándose las manos a la cabeza y refunfuñando por lo bajinis, sin poder creer lo que decía Agustín, absolutamente contrariado. La casualidad hizo que allí mismo me encontrase y disfrutase de la charla de Agustín con dos colegas y amigos de la facultad y taller literario, Alejandro y Antonio (léase el cuarto y quinto párrafo de la entrada de 1 de noviembre de Campos de fresa), quienes habían quedado, después del evento, con uno de los profesores de dicho grupo en una cercana cafetería para entrevistarle, pues llevaban un fantástico programa llamado El Otoño en Pekín donde se estilaba jazz y literatura de la buena. El profesor en cuestión no era otro que el que se quejaba continuamente durante la charla de Agustín. Pues bien, me quedé atónito nada más empezar nuestro encuentro con aquel hombre cuando nos dijo que a partir de ese momento renegaría de su maestro, es decir, de García Calvo, jurándonos que se desprendería de todos sus libros y le olvidaría por tamaña traición. En fin, que Agustín era así y no podía ser de otra manera, lejos de casarse con nadie siempre levantaba grandes y curiosas polémicas.
Por último, fue muy entusiasmante verle participando megáfono en mano durante el 15M, donde volvió a mostrar el valor de las palabras como "futuro" (donde hay futuro hay aburrimiento), que se han llenado de falsos significados o perdido su verdadero, esencial valor, y contra el régimen del dinero. La intención era hablar y reflexionar, de la asamblea como paso de personas y mensajes expresados horizontal y libremente, sin prisas, ni en busca de lo inmediato, más, a mi entender, para crear una discusión y concienciación, más para sacar a flote una rabia pero también la capacidad para organizarse y exponer los verdaderos problemas y situaciones del día a día y de cada uno de nosotros.
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